28 de diciembre de 2014

Sueños y visiones del Rey Ricardo III



La obra comienza la noche antes de la batalla, cuando el rey Ricardo III anda con los preparativos y a solas con todos sus fantasmas. En un magistral flash back teatral, a partir de este momento y hasta el comienzo de la batalla, desfilarán por el escenario todas las miserias, crueldades y crímenes que Ricardo III ha ido tejiendo hasta alcanzar el poder. Al final Ricardo III caerá durante la batalla con su famoso grito "mi reino por un caballo".


La idea de partida es Shakespeare, pero José Sanchis Sinisterra adapta la obra original para hacer de Ricardo III y sus pesadillas el centro de la representación. Así, el título escogido, Sueños y visiones del Rey Ricardo III la noche que precedió a la infausta batalla de Bosworth, más que pretencioso resulta ser preciso y describe perfectamente lo que los espectadores pudimos ver la otra noche en el Teatro Español de Madrid. La obra ha contado además con una interpretación de gran altura, con destacadísimos intérpretes entre los que mencionaré a Terele Pávez, Asunción Balaguer, Ana Torrent, Carlos Álvarez-Novoa y, sobre todo, la gran estrella de la noche interpretando al deforme Ricardo III, un Juan Diego que obra una de las interpretaciones más espectaculares e impresionantes que quien esto escribe haya visto jamás.


Vuelvo a Sanchís Sinisterra para resaltar el coraje de un autor que reordena la obra de Shakespeare y, sin traicionar el texto, resaltar la actualidad de una obra que cuenta ya cuatro siglos. Ricardo-Juan Diego se nos presenta a sí mismo al principio de la obra como un ser deforme (imposible borrar la imagen con su forma de andar y sus gestos), rechazado por su madre y que recurre sin ningún escrúpulo al crimen para acceder al poder. Irán desfilando una a una sus víctimas, traicionadas por quien se aprovechaba de su minusvalía para que confiaran en él. Son temas muy afines a Shakespeare, con un personaje protagonista enfrentado a sí mismo y su soledad, y que cobraban para mí una actualidad apabullante en un teatro de Madrid, con un opusdeista y antiguo ministro de la extinta UCD sentado cerca de mi asiento.

Una vez que todos los contrincantes han sido eliminados, Ricardo III aceptará con hipocresía y falsa humildad la corona que tanto ansiaba; uno de sus acólitos, que será asimismo traicionado, durante la coronación, se girará al público y gritará un eufórico "viva el rey" con el que pedirá el aplauso del público que, inconscientemente, aplaudirá, probablemente pensando en la interpretación de Juan Diego, pero en la obra lo que el público aplaude no es otra cosa que la ascensión al poder de un criminal. Fue un momento culminante en el que yo no pude dejar de pensar que ese mismo público votó y probablemente volverá a votar a los corruptos dentro de unos meses. La realidad y la ficción se dieron la mano cuatro siglos después, justo unas horas después de que la más detestable de entre toda la casta, en su última maniobra hasta la fecha, se postulara para alcaldesa de Madrid, ella que, como el personaje Ricardo III, nunca ha roto un plato, pero que lo ha maquinado todo para que sean otros los que se ensucien sus manos. Al salir uno no dejaba de pensar que, como en la obra de teatro, espera el día en que esta innombrable sea a su vez traicionada por sus antiguos aliados y acabe de de una vez por todas su vida política con su particular "mi reino por un caballo".


15 de diciembre de 2014

Victor del Arbol - Un millón de gotas



Hace unos días tuvimos ocasión en Toulouse de asistir a unas nuevas jornadas organizadas por el CTDEE, el Centre Toulousain de Documentationsur l’Exil Espagnol. Son estas jornadas una presentación de libros que tienen el exilio español como protagonista, así se trate de ficción como de ensayo. En la parte a la que pude asistir Serge Mestre, que es escritor y ha sido además traductor de Jorge Semprún, nos presentó Les plages du silence, un relato donde se narra la salida en masa de Barcelona, la llegada a Francia a comienzos de 1939, los internamientos en campos como el de Argeles. Debía también haber participado Víctor del Árbol, para presentar Un millón de gotas, traducido en francés como Toutes les vagues de l’Òcean. Gracias a la siempre amable Placer, del CTDEE, hemos podido saber que Víctor del Árbol ha pasado un tiempo entrevistando a algunos supervivientes del exilio, con cuyos relatos ha construido este Un millón de gotas. Él no estuvo físicamente pero Placer pudo leer esta carta que envió para estas jornadas, carta que reproduzco por gentileza de Placer, para quien va nuestro agradecimiento.


El  escritor y el compromiso.


Queridos amigos y amigas,

Como ya sabéis, por razones de fuerza mayor me es imposible compartir con vosotros esta jornada. Me hacía especial ilusión repetir la experiencia y la vivencia que tuve el privilegio de disfrutar a vuestro lado durante mi estancia en Gaillac. Máxime ahora, cuando está a punto de salir publicado en Francia mi último libro, Un millón de gotas (Toutes les vagues de l’Òcean), que se alumbró en buena parte gracias a vuestros testimonios, y por el que os debo mucho.
Nada me hubiera hecho más ilusión que presentaros la vivencia de Elías Gil en mayo del 37 en Barcelona como chekista, su periplo por la Unión Soviética estalinista, su evolución en la clandestinidad y el tardo franquismo. Debatir con vosotros y con mi queridísimo amigo Alfons Cervera sobre la construcción de la memoria, sobre la pérdida de la Utopia, sobre la invención de tantos mitos que ha dado nuestra Guerra Civil y que –dramáticamente –perduran en un imaginario que cambia el contexto pero que se sigue retrotrayendo al pasado. En cualquier caso, la salud impone sus tiempos y a nosotros no nos queda otra opción que aceptarlo. Pero sé que llegará el momento de volver a vernos y a escucharos.
 Hoy, el sueño de una Europa de los ciudadanos, de la Cultura y del ideal humanista parece más alejado que nunca. La corrupción, la crisis económica y de valores minan la capacidad de resistir de las clases obreras y medias, la democracia está en absoluto descrédito, se alimentan el fantasma de los populismos y los nacionalismos, vuelve el discurso de nosotros sin los otros que tanto daño nos hizo antes, y surgen aquellos líderes lerrouxistas construidos en las recámaras del Poder. Y sin embargo, y precisamente por ello,  me parecen de una vigencia necesaria este tipo de encuentros para que las ideas y la palabra no sucumban ante tanto ruido espurio.
Es conocida la frase de Erasmo de Rotterdam cuando presenció los autos de fe donde se quemaron los libros de Lutero: “quien hoy quema los libros, mañana hará arder a las personas” Quizá ya no volvamos a ver esos aquelarres nazis donde ardían en piras las palabras y las ideas de Sweig y de tantos, ni veamos arrojados por las ventanas del Palacio de la Moneda en Chile la biblioteca de Allende. Tal vez ya no veamos un códice calixtino que prohíba ciertas lecturas, ni un censor gris en un despacho de Madrid poniendo y quitando escenas de una obra de teatro. No, el Poder, como la resistencia, también evoluciona, se hace sutil. Ya no se necesitan los gestos evidentes de violencia o de represión. Basta con discursos legislativos, con la violencia de los mercados, con la amenaza del paro y la precariedad laboral. Es mejor alimentar la xenofobia, el miedo al otro, enemigos lejanos a los que llamar terroristas. ¡Tan cerca y tan lejos del libro de Orwell!
Efectivamente, ya no se queman libros. Al contrario, se publican a cientos, a miles, se fomenta una literatura de consumo, fast-food que lejos de ser una exploración se limita a la mera explicación, se impone el pensamiento irreflexivo, rápido, twitero, y se exige una rápida toma de posicionamiento. Todo el mundo necesita posicionarse ante cualquier situación o se le tacha de mediocre y tibio. Hoy se lee más, podríamos decir (aunque sea falso), la escolarización en el mundo desarrollado alcanza números insospechados, la oferta informativa es abrumadora: y lo cierto es que se lee en realidad menos y sabemos mucho menos que antes, nuestros estudiantes reciben formación positivista y utilitaria en el mejor de los casos. Desvirtuar el pensamiento, por saturación, alimentar ideólogos que no van más allá del slogan ingenioso, hacer tanto ruido que no quede espacio para la discusión, la reflexión y la pausa. Esa es la manera de destruir la Cultura sin que huela a ceniza: vulgarizarla y vaciarla de contenido. Construir nuevos referentes.
Ante este panorama, me pregunto cuál es el papel del escritor comprometido. ¿Comprometido con qué? ¿Con su tiempo, con su escritura, con los otros o consigo mismo? ¿Y en qué consiste ese compromiso? Sobre estas cuestiones me hubiese gustado poder discutir con vosotros y con los ponentes.
Hay una frase de Mayakowsky que me gusta mucho (y no significa que esté de acuerdo): el arte no es un espejo de la realidad. Es un martillo para sacudirla. Me pregunto si no está ahí la clave del compromiso. Si acaso el autor adquiere su compromiso con la idea que expresa en sus libros, lo quiera él o no, puesto que cuando uno dice o escribe algo, de algún modo ya se está posicionando. Me doy cuenta pues de que mi compromiso está en mi literatura, en la forma estética en que escribo, pero también en el fondo, en los temas que elijo y en el modo de tratarlos.
Mi compromiso es por tanto, conmigo mismo, y desde ahí ir hacia los otros, reclamar la lentitud como forma de reflexión, la estética como un modo de transcribir valores que creo importantes, escapar de la demagogia sin caer en el relativismo, y en definitiva, como decía Albert Camus: no ser rebelde (pues el rebelde solo lucha por sí mismo y su ahora) sino ser revolucionario (pues el revolucionario no pretende escapar de una situación sino revertir las causas de su injusticia)
No deja de sorprenderme, por ejemplo, que en este último libro mío, la inmensa mayoría de lectores centren su punto de interés en la primera parte –la que habla del periplo del personaje en el gulag soviético –mientras que, lectores y críticos, pasan de puntillas sobre la parte central –las purgas y la revolución del 37, los campos de concentración en el sur de Francia, con sus guerras intestinas, el papel mitificado de la resistencia española contra Petain. ¿Saturación, necesidad de pasar página o mera incompetencia por mi causa? No lo sé. Lo cierto es que miramos las noticias y nos escandalizamos viendo a los africanos colgados literalmente en nuestras fronteras del sur, pero olvidamos, o no queremos recordar, esas fotografías de Kapa, invocando un supuesto pacto de concordia. No queremos ver aquella España en blanco y negro.
El pasado, contra lo que se dice, no es invención. Lo es la memoria sesgada y partidista. El pasado –y ese es mi compromiso – no es un ajuste de cuentas, sino una admonición al presente para un futuro sin trabas.
Tal vez sea cierto que la Utopía es aquello que buscamos sabiendo que jamás lo alcanzaremos. Pero es lo que nos hace avanzar. De modo que, queridos amigos, no nos queda más remedio que seguir soñando, leyendo, escribiendo y debatiendo. Para pasar a la acción.
Una acción cotidiana en la que –y tomo prestado a Alfons – nos traicionemos a nosotros mismos lo menos posible.
Recibid un fuerte abrazo.

Víctor


Y como es costumbre dejo un vídeo para ilustrar esta entrada. Que os guste.